martes, 4 de marzo de 2008




Escribo en los umbrales de 2008, a los dos siglos de la llamada
"francesada"; que no fue una revuelta nacionalista antifrancesa,
ni menos aún una revolución liberal, sino un levantamiento
primero, y una guerra después, contra los principios y los
hombres de la Revolución francesa, encarnados en los soldados de
Napoleón, y a favor de Dios, la Patria y el Rey. Sí, el trilema
que después ondeará en nuestras banderas, como entre tanto en la
guerra realista de tiempos del Trienio (1820-1823), y que
encontramos operante ya en 1808. Sólo la habilidad de los en
verdad, a la sazón, escasísimos elementos liberales, movidos por
las logias, engañando al pueblo español, pudo revertir el signo
del conflicto. En efecto, a través de la Constitución
doceañista, calco al menos parcial de la francesa jacobina de
1791, y con el auxilio del débil Fernando VII, se produjo a la
postre el triunfo intelectual y político de lo que heroicamente
se combatía con las armas. Hubo, es verdad, afrancesados que
sostuvieron al hermano de Napoleón. Pero los más eficaces fueron
los que oponiéndosele en apariencia hicieron posible el triunfo
de las ideas que sus soldados llevaban en la punta de las
bayonetas./

*Sixto Enrique de Borbón*, Mensaje en la fiesta de la Epifanía de
Nuestro Señor Jesucristo, festividad de la Monarquía Tradicional,
6 de enero de 2008.

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